Un final alternativo a la Segunda Guerra Mundial

“Solo los muertos han visto el fin de la guerra”

Platón

Sobre la ambientación de este juego tan particular se cierne la sombra de casi 30 años de guerra, que se iniciara en 1914 y concluyera a mediados de la década de los 40. Podría decirse que, al termino de la Primera Guerra Mundial en 1918, los problemas endémicos que asolaban la vieja Europa seguían sin solucionarse, y podría entenderse el periodo entre ambos conflictos como un mero interludio incitado por el agotamiento de los contendientes. La llegada de Hitler al poder en Alemania en 1933, fue consecuencia de un largo proceso alimentando por la humillación sufrida por el pueblo alemán tras el final de la Primera Guerra Mundial y otros muchos factores importantes, como la recesión económica y el auge del comunismo. Las duras condiciones impuestas por los aliados a las potencias centrales, principalmente Alemania y el Imperio Austro-húngaro (que quedaría disuelto y atomizado en diferentes naciones tras el conflicto) provocaron un amargo resentimiento que fue hábilmente aprovechado por los nazis para llegar al poder. Las tensiones políticas existentes fueron exacerbadas durante el periodo comprendido entre 1933 a 1939 por el partido nazi y sus políticas raciales, unidas al resurgimiento idealizado de la nación alemana y la necesidad de expandirse hacia el este, a costa de los pueblos eslavos, siguiendo la doctrina del Lebensraum (espacio vital), caso de Polonia y Checoslovaquia.

Tras iniciar un elaborado plan para restituir la potencia y efectividad de las fuerzas armadas alemanas, después de la desmilitarización impuesta por el Tratado de Versalles, Hitler estaba listo para dar el primer paso en sus ansias de engrandecer el Reich. Y éste no se hizo esperar, pues el 7 de marzo de 1936, las tropas alemanas entraban en Renania (en la región del Sarre) en clara violación del Tratado de Versalles. Apenas dos años después, en marzo de 1938, se producía el Anschluss con Austria, la unión de facto entre ambos países, o mejor dicho, la anexión de Austria y su I República al Reich alemán, pasando a convertirse en una mera provincia alemana (Ostmark, la Marca del Este). En septiembre del mismo año, Hitler presionó a británicos y franceses para que consintieran la ocupación de los Sudetes (zona de influencia alemana en la frontera checa con grupos de población importantes de origen germano), cosa que consiguió ante la pusilánime actitud de los aliados, que dieron su brazo a torcer en los acuerdos de Munich de 1938. Esta aparente debilidad diplomática de Francia y Gran Bretaña terminó de convencer a los nazis, y especialmente a Hitler, de que su política expansionista podría seguir adelante sin atisbo de reacción militar de los aliados, temerosos de volver a repetir los horrores de la pasada Gran Guerra. De alguna manera, esta tesitura política circunstancial repercutió en la actitud soviética del régimen estalinista, creyendo que Gran Bretaña y Francia no atendería sus promesas de proteger las naciones de Europa central. Preocupado por el futuro inminente y ante el creciente poder alemán, Stalin movió ficha cara a llegar a un acuerdo, que sería denominado como Tratado de no agresión entre el Tercer Reich y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, más conocido como Pacto Ribbentrop-Mólotov, firmado entre Alemania y la Unión Soviética en Moscú el 23 de agosto de 1939. Este tratado contenía clausulas secretas que establecían zonas de influencia ruso-alemanas para Europa oriental, algo que de facto era un reparto del territorio, cara a una inminente invasión de Polonia, país que quedaría dividido entre las dos potencias.

Antes de la firma del tratado, los nazis ocuparon el resto de Checoslovaquia, en un movimiento sorpresivo, lo que definitivamente hizo entender a ingleses y franceses que la ambición nazi no tenía limite y por tanto era necesario poner coto definitivamente a Hitler. Ambas naciones acordaron garantizar la integridad territorial polaca, sobre la que se cernían ahora las ansias de conquista alemanas, deseosas de recuperar el corredor de Pomerania, incluyendo la ciudad portuaria de Danzig (importante puerto alemán de acceso al Mar Báltico), declarada libre, que unía Prusia Oriental con Alemania, territorios segregados y entregados a Polonia por mandato del Tratado de Versalles durante el periodo 1918-1922.

El 1 de septiembre de 1939, a las 04:00 horas, el acorazado Schleswig-Holstein cañoneaba la guarnición polaca de Westerplatte, dando inicio a la Segunda Guerra Mundial, pues Francia y Gran Bretaña declaraban la guerra a Alemania 48 horas más tarde. 16 días después, los soviéticos iniciaban a su vez acciones militares contra Polonia, dispuestos a llevarse su tajada del pastel (conforme a lo acordado en el tratado sellado con los nazis apenas un mes antes). El 27 del mismo mes cae Varsovia, una semana después se rinde la última guarnición en lucha del ejército polaco, en Kock.

En esta fecha temprana, Hitler toma la acertada decisión de transformar y dirigir la economía alemana y de los países ocupados mayoritariamente al esfuerzo bélico. A la sazón, nombra a Albert Speer Ministro de Armamento, Industria y Tecnología. Speer rápidamente transformará el tejido productivo alemán, incrementando exponencialmente la capacidad industrial del Tercer Reich. Se produce una incorporación masiva de mano de obra femenina, pareja a la drástica reducción de los bienes de consumo y la dispersión estratégica de la producción. Poco a poco, Speer controlará todos los aspectos de la industria bélica del estado nazi, y su inteligencia y enorme capacidad organizativa supondrán una importante baza.

A finales de noviembre, la Unión Soviética atacaría Finlandia, iniciando una larga y dura lucha contra los aguerridos fineses.

En marzo de 1940, tras el incidente del Altmark, convencido de que los aliados no respetarían la neutralidad noruega, Hitler ordena la operación Weserubung para ocupar Noruega y Dinamarca. Para finales de abril, los alemanes controlan la totalidad de ambos países, expulsando a los aliados de Noruega tras grandes pérdidas.

El 10 de mayo comienza la batalla por Francia, el Plan Amarillo (Fall Gelb), capitulando el gobierno francés sólo 7 semanas después, el 25 de junio. La mayor parte de la Fuerza Expedicionaria Británica fue destruida en Dunkerque, cuando Hitler ordenó a las tropas acorazadas bajo el mando de Rundstedt avanzar sin piedad para evitar la evacuación de los aliados, capturándose alrededor de 275,000 soldados, entre británicos (que perdieron aquí la mayor parte de su más entrenada y hábil infantería, varapalo que se mostraría clave en los meses siguientes), belgas y franceses. En el curso de las operaciones, la Wehrmacht ocuparía también Holanda, Bélgica y Luxemburgo.

Pero los planes alemanes no se detenía aquí, ya que preveían presionar aún más al Reino Unido para conseguir la firma de un armisticio que permitiera cesar las hostilidades en Europa y centrar los esfuerzos de la maquinaria bélica alemana en un futura operación militar contra la Unión Soviética.

Inmediatamente comenzó la que pasó a conocerse como la Batalla de Inglaterra, una ofensiva aérea total de la Luftwaffe con el objetivo de destruir la RAF (Royal Air Force) y hostigar a la Royal Navy cara a preparar la invasión de Gran Bretaña, planeada en la Operación Sealöwe (León Marino). Hay que hacer notar que la Luftwaffe había incrementado notablemente su capacidad de bombardeo estratégico, gracias a la labor realizada por Walter Wever, comandante en jefe del Reichsluftfahrtministerium (Ministerio del Aire) y su exitoso programa de desarrollo de bombarderos pesados estratégicos de largo alcance. A la sazón, algunos renombrados fabricantes aeronáuticos comenzaron la producción en serie de modelos especialmente diseñados para este cometido, como el Dornier Do19, el Junkers Ju 89 o el He 177. La aplicación de esta doctrina estratégica supuso un hito importante en la Segunda Guerra Mundial, y un acierto para el potencial bélico alemán. El esfuerzo militar de la Luftwaffe se centró en los aeródromos, industria y puertos británicos, en una ofensiva aérea total, evitando bombardear centros urbanos.

Paralelamente, ya en diciembre de 1939, Hitler ordenaba a su embajador en Madrid, el barón Eberhard Von Stohrer, que presionara a Franco para conseguir que España entrara en guerra del lado del Eje. Tuvieron lugar varias reuniones al más alto nivel, incluyendo el encuentro en Hendaya entre Franco y Hitler. Todo ello resultó infructuoso, pues el Generalísimo se mostraba reacio a complicarse en el conflicto europeo si no se satisfacían sus pretensiones territoriales, que Hitler entendía como desorbitadas. A la sazón, y conscientes de la importancia de España, y en especial Gibraltar, para el curso de las operaciones militares en el Mediterráneo, los alemanes tomaron la decisión de acabar con el Caudillo, sirviéndose del nutrido operativo de agentes actuando en la península ibérica. Por entonces, la mayoría de los aparatos del Ejército del Aire español era de origen alemán, incluyendo los aviones adscritos al servicio de altos mandatarios del régimen. El mantenimiento de estos aparatos lo realizaban mecánicos españoles asistidos por técnicos alemanes. Por todo ello, no fue difícil sabotear el avión personal de Franco, provocando un accidente que resultó letal. Francisco Franco moriría el 25 de enero de 1940 cuando su Junkers Ju-52 explotó en vuelo al poco de despegar desde el aeródromo de Cuatro Vientos.

Tras la muerte de Franco, se formó un nuevo gobierno a la cabeza del cual, como Jefe de Estado y Presidente del Gobierno, figuraba Gonzalo Queipo de Llano (famosa era su animadversión hacía Franco). Por debajo de Queipo fueron nombrados Muñoz Grandes y Dávila Arrondo, como Vicepresidente y Ministro de Defensa Nacional respectivamente. Serrano, cuñado de Franco y enemistado con Queipo, sería sustituido en la cartera de Exteriores por Francisco Gómez-Jordana Sousa y enviado más tarde a la embajada española en Berlín, junto al agregado militar, Juan Luis Beigbeder y Atienza. Otros militares de tendencia monárquica sería apartados de las funciones de gobierno, como el bilaureado Varela (también de reconocida animadversión hacia Queipo), Saliquet, Solchaga u Orgaz, entre otros.

Poco después de estos hechos, Hitler dio luz verde a la que pasó a conocerse como Operación Félix. Tras la firma del armisticio francés en Compiègne, Hitler se reunió en Berlín con Queipo, planteando la necesidad de realizar la operación, que sería ejecutada sin la aprobación del nuevo gobierno español caso de ser necesario. Ante la perspectiva de una invasión alemana, Queipo de Llano accedió, aunque contrariado, rubricando la entrada de España en la Segunda Guerra Mundial.

Este acuerdo decisivo otorgaba carta de naturaleza a la Operación Félix, que sería llevada a cabo por un kampgruppe creado ad hoc denominado Walküre. Esta fuerza de ataque contaba con dos cuerpos de maniobra, siendo uno de ellos XXXIX Cuerpo de Ejército Panzer del general Rudolf Schmidt, junto a la 17ª División Motorizada, la 16ª División Panzer y la 3ª División de las SS Tontenkopf, que se encargaría de vigilar los flancos y defender la posición ante un posible desembarco aliado. El segundo cuerpo de maniobra, destinado a asaltar Gibraltar, lo conformaba el XLIX Cuerpo de Ejército del general Ludwig Kübler, contando con veintiséis batallones de artillería ligera y pesada, tres batallones de observación y armas especiales, un regimiento de infantería de la Grossdeutschland, el regimiento 98 de la 1ª División Gebirgs, cuatro batallones de ingenieros y dos batallones de tropas especiales Branderburger. Esta tropa sería apoyada por el aire por el VIII Fliergerkorps de Von Richthofen, y por una pantalla de U-Boot en la salida al Atlántico. Adicionalmente se sumaría al ataque una flotilla italiana y un destacamento aéreo de asalto de la División Paracaidista Folgore, más tropas españolas del 15º Regimiento de Infantería Extremadura y el 17º Regimiento de Infantería Pavía, comandados por García Valiño, uno de los mandos más capacitados del Ejército Español.

Los soldados de asalto del general Kübler, junto a las tropas españolas, fueron llegando secretamente a la península a principios de julio de 1940, quedando acantonados en las inmediaciones de Gibraltar, al tiempo que las alas de caza y bombardero de la Luftwaffe aterrizaban en aeródromos españoles. El ataque comenzó el 1 de agosto, precedido de un bombardeo masivo sobre el peñón y la llamada Flota H de la Royal Navy estacionada en la colonia. Al tiempo, el XXXIX Cuerpo de Ejército Panzer traspasaba la frontera española para tomar posiciones en la península. Tras tres días de violentos combates, la guarnición británica se rindió. Ahora las fuerzas del Eje controlaban el Mediterráneo, operando con sus U-Boots desde la Roca y destruyendo así el flujo de material a las tropas aliadas en el norte de África. Es más, los alemanes ocuparon importantes bases militares atlánticas en Portugal y España (incluyendo una base de submarinos en las Islas Canarias), mejorando sus posibilidades estratégicas para dominar el Atlántico.

Por estas fechas, el Abwehr (servicio de inteligencia militar alemán) se percató de que el código Enigma había sido roto por los aliados, así que decidieron cambiar el mismo por una nueva encriptación más avanzada denominada Walküre (en honor a la exitosa fuerza de invasión que conquistara Gibraltar). Fue este otro de los acontecimientos claves que permitieron, finalmente, la victoria alemana.

Mientras continuaba la lucha en el Atlántico, donde los submarinos alemanes perseguían los convoys de pertrechos y equipo militar que llegaban a Gran Bretaña, hundiendo muchos de ellos. Con Gibraltar en manos del Eje y bases alemanas de submarinos en Canarias, las vías de comunicaciones navales fundamentales para la recepción de pertrechos y equipamiento quedaban seriamente amenazadas, y sus puertos, aeródromos e industria pesada, continuaban bajo la persistente ofensiva estratégica de la Luftwaffe. Los británicos estaban ya cerca del agotamiento total.

Ya en 1939, Mussolini había ordenado ocupar Albania y convertirla en un protectorado italiano. Asombrado por los logros alemanes en Polonia y Francia, el 19 de junio de 1940, apenas tres días después de la firma del armisticio franco-alemán, Ciano, ministro de exteriores italiano, se entrevistaba con Ribbentrop, su homólogo alemán, transmitiéndole una serie de reclamaciones, incluyendo territorios en el norte de África, próximos a sus colonias de Cirenaica (Libia) y Tripolitania, fundamentalmente en Egipto y otros territorios norteafricanos controlados por ingleses y franceses. Pero Hitler no cedió a las presiones italianas. Visiblemente contrariado, Mussolini ordenó atacar a los británicos el 13 de septiembre de 1940. Lo que hasta entonces eran solamente pequeñas escaramuzas pasó a convertirse en una guerra abierta, cuando más de 150,000 soldados italianos se lanzaron contra Egipto.

A finales de septiembre, en la que es considerada la mayor operación aerotransportada de la historia, llamada Unternehmen Herkules (Operación Hércules), toda una división paracaidista Fallschirmjäger de élite alemana, la 7ª División Flieger, apoyada por mar por un desembarco anfibio de tropas de montaña de la 5ª División Gebirgs, atacaron la isla de Malta, conquistándola para el Eje. Esta base avanzada en el Mediterráneo permitiría a la Luftwaffe controlar toda la zona y mejorar el tránsito de suministros al norte de África, así como hostigar y bombardear las bases y puertos británicos con sus alas de bombardeo estratégico, que no tardaron en ser desplegadas en los aeródromos de Malta.

Hitler, en estrecha colaboración y planificación con su aliado italiano, decide enviar un cuerpo expedicionario alemán al norte de África, el conocido como DAK (Deutches Afrika Korps), a finales de 1940. A mediados de enero comenzaron a operar las primeras unidades del Afrika Korps al mando de Erwin Rommel, el Zorro del Desierto, entablando combate con las fuerzas del 8º Ejército de Montgomery.

Los británicos, aislados ya en Egipto, a duras penas aguantaban el empuje del Afrika Korps, que avanzaba lento pero seguro. El 13 marzo de 1941, alemanes e italianos tomaban Alejandría, derrotando a las guarniciones inglesas en Egipto, que capitularían formalmente el 15 de marzo. Dos semanas después, Churchill comunicaba a Berlín su intención de iniciar conversaciones de paz a fin de lograr un armisticio que pusiera fin a las hostilidades.

Durante estos meses clave de 1941, Rumanía y Bulgaría se unían al Eje, aunque Yugoslavia resistía a las presiones alemanas para adherirse al Pacto Tripartito, lo que finalmente provocó la ocupación del país por fuerzas de la Wehrmacht a principios del mes de abril. Los nazis apenas necesitaron dos semanas para controlar el territorio, no obstante, los yugoslavos resistirían la invasión iniciando una terrible guerra de guerrillas que se prolongaría con crudeza por muchos años. A la par que la maquinaria de la Wehrmacht penetraba en los Balcanes, tropas italianas invadían Grecia desde sus bases en Albania.

Es importante hacer notar que, por estas fechas, la Gestapo lograba poner en marcha un operativo secreto en Suiza con el objetivo de desmantelar una red secreta de espías, denominada Lucy, que trasmitía información clasificada a los soviéticos, en concreto los planes secretos de Barbarroja (la inminente invasión nazi de la Unión Soviética). Lucy estaba dirigida por Rudolf Roessler, un emigrante alemán bien situado con contactos al más alto nivel entre elementos desafectos de la cúpula militar alemana, como Fritz Thiele, Rudolf Christoph Freiherr von Gersdorff y Erich Fellgiebel. Uno de los miembros de esta organización delató a sus compañeros, desencadenando la operación, que consiguió el arresto de sus integrantes y su ejecución por alta traición. Dos asesinos a sueldo de la Gestapo mataron a tiros en su domicilio a Roessler el 25 de abril de 1941.

El conflicto en Asia había comenzado muchos años antes, tan pronto como 1931, cuando las tropas japonesas invadieron la región de Manchuria (China) desde sus acuartelamientos en la península coreana, en manos niponas desde 1910, iniciándose una guerra que duraría muchos años. En 1937 Japón ocupó Indochina, colonia francesa. El Reino Unido, los EE.UU y otras naciones con intereses en la región respondieron imponiendo un embargo económico que amenazaba con asfixiar al pequeño país. Después de fallidas negociaciones, Japón atacó simultáneamente y sin previa declaración de guerra territorios controlados por el Reino Unido y Holanda en enero de 1941, iniciándose la que fue conocida como Guerra del Pacífico, dentro de la Segunda Guerra Mundial, pues Japón formaba parte del Eje, junto a Alemania e Italia. Adicionalmente, Tailandia firmó un acuerdo de alianza militar con Japón, acuerdo que se prolongaría en el tiempo, convirtiéndose en aliados consuetudinarios.

Los japoneses veían a los Estados Unidos como la única potencia capaz de enfrentar sus aspiraciones de expansión en el Pacífico, pues su potencial industrial era muy superior. El segundo mandato presidencial de Roosevelt estuvo marcado por el empeoramiento de la economía en 1937 y su enfrentamiento con la Corte Suprema, que rechazó varios de los proyectos del gobierno dentro de la nueva fase del New Deal, tildándolos de anticonstitucionales, especialmente la National Security Act. En el ámbito internacional, tras los Acuerdos de Munich, Roosevelt declaró que bajo ninguna circunstancia intervendría en Europa, debido a las presiones de grupos aislacionistas como America First. Más tarde, tras la invasión de Francia , se reformó el Acta de Neutralidad firmada en 1939, que imponía la prohibición explícita de vender armas, para pasar a suministrar grandes cantidades de pertrechos y armamento a Gran Bretaña. Aunque Roosevelt había aprobado la construcción de nuevos submarinos de largo alcance, esperando emplearlos en el bloqueo marítimo a Japón, la labor del primer ministro japonés, el príncipe Fumimaro Konoe, fue capital, pues era consciente del tremendo poder industrial estadounidense, y maniobró en consecuencia para evitar un enfrentamiento directo con el gigante norteamericano, negociando en secreto con la administración Roosevelt. El presidente estadounidense, consciente de la proximidad de las elecciones presidenciales, no quiso tomar decisiones graves en el ámbito internacional que pudieran condicionar su posible reelección, habida cuenta del poder de los movimientos anti-intervencionistas y aislacionistas y, sobre todo, de la tremenda popularidad y pujanza de su contrincante, Charles A. Lindbergh, que había resultado elegido como candidato republicano en la convención del partido en Philadelphia en junio de ese mismo año.

Finalmente, Charles A. Lindbergh se convirtió en presidente de los Estados Unidos tras vencer en las elecciones del 5 de noviembre de 1940. Simpatizante de los nazis y convencido aislacionista, la llegada al poder de Lindbergh supuso un cambio de rumbo radical en la política exterior estadounidense, destacando el enfriamiento de las relaciones con Gran Bretaña

Japón inició una gran campaña de conquista atacando Malasia, Birmania, las Indias Orientales Holandesas, Hong Kong, Macao y Shanghái. Por estas fechas, Estados Unidos ocupa las islas Galápagos (bajo soberanía del gobierno de Ecuador) para establecer una base avanzada para la US Navy que permitiera proteger el territorio continental, ignorando las protestas de varios países centroamericanos y sudamericanos. Especialmente relevante para Japón, a nivel estratégico, fue la toma de Hainan , amén del fortalecimiento de sus posesiones en la península coreana y Manchuria (Manchukuo para los japoneses). En Hainan, las tropas del Ejército Imperial hubieron de luchar una enconada guerra de guerrillas contra la etnia Li y los comunistas chinos. Un tercio de toda la población masculina de la isla murió en estos años a manos de los japoneses, que consiguieron finalmente pacificar el territorio.

Hitler nunca demandó a Japón que declarara la guerra a la URSS, en el ámbito de los acuerdos suscritos en el Pacto de Acero. Aunque los japoneses acantonaron gran cantidad de hombres en sus fronteras con la Unión Soviética, lo que obligó al Ejército Rojo a posicionar en la zona fuerzas considerables a fin de detener un posible ataque japonés, retirándolas del frente europeo. Gran Bretaña aparecía angostada en su fuerza y empuje tras las sucesivas derrotas, con el agravante añadido de la entrada en guerra de Japón y el cambio de política exterior de la administración Lindbergh. Esta situación general desastrosa convenció a Churchill de la necesidad de alcanzar un acuerdo de paz en marzo de 1941, como ya hemos visto, acuerdo al que Hitler accedió, deseoso de alcanzar un entente diplomático de alcance que permitiera a los británicos conservar parte de su imperio ofreciéndoles la restitución de los territorios perdidos de Egipto y la conservación de sus otras colonias en África (a excepción de Madagascar, ocupado militarmente por los británicos durante la guerra, aún siendo formalmente colonia francesa), Medio Oriente (Alemania se reservaría el control del Canal de Suez) e India, a cambio de la firma del armisticio. El armisticio se firmó el 1 de mayo de 1941, en la ciudad ocupada de París. Ahora la Wehrmacht quedaba libre para ocuparse de los soviéticos.

Mientras tanto, daban comienzo los preparativos nazis para atacar la Unión Soviética, siguiendo el plan previsto en la denominada Operación Barbarroja. El ataque comenzó el 22 de junio de 1941, convirtiéndose en la campaña militar más importante y devastadora de la historia de la Humanidad, una guerra total que marcaría el futuro de la raza humana y el mundo tal y como lo conocemos.

Los alemanes avanzaron durante junio y julio en tres ejes de ofensiva, conquistando grandes extensiones de territorio, capturando miles de prisioneros. El 29 de junio se inicia la Operación Silberfuchs (Zorro de Plata), en colaboración con tropas finesas, que tras arduos combates, logran hacerse con el control de la Península de Kola, tomando el estratégico puerto de Murmansk. El 9 de julio cae Minsk y casi toda Bielorrusia en manos nazis. En agosto, los alemanes se aproximaban a Leningrado y el Mar Negro, liquidando la bolsa de Smolensko y poniendo sitio a Kiev, en el corazón de Ucrania. A finales de septiembre se ocupa la península de Crimea y un mes después se inicia la Operación Tifón, la toma de Moscú por las tropas alemanes, con la llegada de las primeras nevadas. Pero la capital resiste dos decisivos ataques alemanes, al igual que Leningrado. Los alemanes llegan a los arrabales de Moscú pero son rechazados por una fuerte ofensiva general de invierno de los rusos, que se desata con fuerza a todo lo largo del frente, desde Leningrado a Rostov.

El invierno de 1941 fue uno de los peores registrados en la historia, lo que provocó no pocas calamidades para los alemanes, que se vieron forzados a retirarse sufriendo grandes bajas por efecto de las condiciones climáticas y la dureza del combate, a pesar de que la Wehrmacht se encontraba bien aprovisionada de ropa invernal, gracias a los tempranos esfuerzos de Speer por acelerar y maximizar la producción bélica. La situación era desesperada, viéndose los alemanes obligados a retroceder ante el avance de las nuevas divisiones soviéticas, formadas en el interior del enorme país y entrenadas especialmente en la lucha invernal. Finalmente, el empuje ruso se debilitaría en mayo del 42, habiendo ganado a los alemanes varios cientos de kilómetros, estabilizándose el frente en el corazón de Bielorrusia y Ucrania, en el eje Vitebsk, Smolensko, Belgorod y Rostov.

Gracias a la hábil política de ocupación en Ucrania occidental, donde los alemanes espolearon y apoyaron las ansias nacionalistas de la población local contra la Unión Soviética, la Wehrmacht gozó de amplío apoyo popular. Este giro fundamental en la política de ocupación alemana se produjo gracias a la figura de Alfred Rosenberg, al frente del Reichsministeriums für die besetzten Ostgebiete (Ministerio del Reich para los Territorios ocupados del Este). Proveniente de una familia de germanos bálticos, supo ver las posibilidades inherentes a la explotación de los sentimientos nacionalistas anti comunistas, tanto en las repúblicas bálticas como en Ucrania (región que sufrió la más brutal represión estalinista). Con todo, la brutalidad de los alemanes para con los judíos y comunistas en las zonas ocupadas fue salvaje e implacable, con cientos de miles de muertos.

Otro acontecimiento inesperado daría un giro al desarrollo de la contienda. Mientras visitaba una factoría de Ford en Detroit, un operario de la cadena de montaje, Avner Masada, judío de origen, disparó al presidente Lindbergh, hiriéndole gravemente. Charles A. Lindbergh moriría dos días después, el 25 de octubre de 1941, tras apenas un año en la Casa Blanca. El vicepresidente, Thomas E. Dewey, más inclinado a ayudar a los aliados en su lucha contra el fascismo, se convirtió en el nuevo presidente de los EE.UU.

Apenas unos meses después, el presidente Dewey firmó la Ley de Préstamo y Arriendo, por la cual se comprometía a enviar grandes cantidades de material militar, pertrechos, combustible y otras mercaderías de importancia al Reino Unido, Unión Soviética y China, para asistir así a la recuperación económica y al esfuerzo militar en la lucha que proseguía en el este. A la par que se suscribían los acuerdos de esta nueva ley con las naciones beneficiarias, Dewey lanzaba un ambicioso programa de rearme, industrialización e investigación tecnológica con el objetivo de arrostrar el creciente poderío de las fuerzas del Eje. La opinión pública estadounidense cambió en el curso de estos años clave, según llegaban noticias de las atrocidades nazis en Europa y el descalabro militar de Francia y Gran Bretaña, que dejaban el paso expedito a los nazis en el continente, ya sólo enfrentados contra los soviéticos.

Tras la firma del Armisticio de París, Estados Unidos y Reino Unido sellaron una alianza militar por la cual se comprometían a proveer asistencia militar mutua ante una posible reanudación de las hostilidades.

En julio de 1942, con el frente central y norte estabilizados, se decidió iniciar una gran operación en el sector sur denominada Fall Blau (Plan Azul). Los objetivos de esta gran maniobra eran muy ambiciosos, pues contemplaban una avance total hacia el Cáucaso para ocupar los campos petrolíferos e incapacitar así los recursos soviéticos para proseguir la lucha. El plan funcionó bien, haciendo retroceder a los rusos en toda la línea del frente sur, hasta llegar a Stalingrado en agosto, iniciándose la brutal batalla que cambiaría el curso de la historia. Para mediados de septiembre, ocho de las veinte divisiones del 6º Ejército Alemán se encontraban luchando encarnizadamente dentro de la ciudad; no obstante, los soviéticos no paraban de alimentar el frente con divisiones de refresco, encarnizando la lucha. Sabiendo que el invierno se aproximaba, Von Paulus, comandante supremo del 6º Ejército, decidió acelerar la toma de la ciudad y preparó una ofensiva que se ejecutó el 20 de septiembre. La principal fuerza alemana atacó al norte del Mamaev Kurgann, cerca de los asentamientos obreros de las fábricas Octubre Rojo y Barrikady, aunque todos los esfuerzos fueron en vano. A finales de mes, Hitler y sus comandantes cayeron en la cuenta de que no podrían tomar la ciudad en otoño. Conscientes de la acumulación de tropas soviéticas en la zona, el OKW (Alto Mando alemán) tomó la decisión de abandonar la ciudad y replegarse. De esta forma, el 6º Ejército alemán se retiró ordenadamente, con todo su material pesado, desde Stalingrado por el sudoeste hacia el Don, hasta contactar con el Grupo de Ejércitos del Don, al mando de Manstein, mientras las escuadras de bombarderos estratégicos de la Luftwaffe y cohetes V-1 y V-2 machacaban los puntos de reunión del Ejército Rojo en torno a la ciudad.

Muy pronto también los V1 y V2 comenzaron a caer sobre Moscú y otras ciudades soviéticas.

Desde la primavera de 1941, la Kriegsmarine, ya libre de su titánico esfuerzo para detener el flujo de convoys militares a Gran Bretaña, trasladó parte de sus submarinos de ataque al Pacífico, para asistir a los japoneses y hostigar los puertos y ciudades costeras, así como el tráfico comercial de la Unión Soviética en el Pacífico norte. De una forma u otra, toneladas de material militar, incluyendo tanques de última generación, cazas y bombarderos, amén de petroleo y equipo bélico de primera necesidad, fluyeron desde Alemania y sus territorios conquistados a través del Canal de Suez con rumbo a Japón hasta el final de la guerra.

Durante todo 1943, el Ost Front (Frente Oriental) se mantuvo muy activo, con constantes ofensivas y contraofensivas de uno y otro bando que no consiguieron alterar el equilibrio de fuerzas alcanzado. Ahora los alemanes concentraron todo su potencial bélico en Rusia, aguantando el embate del Ejército Rojo. A la par, la Wehrmacht tenía que hacer frente a muchos levantamientos y ataques guerrilleros y partisanos en los extensos territorios ocupados, desde Ucrania hasta Francia, pasando por Yugoslavia, Grecia y el norte de África. Mientras, Estados Unidos incrementaba los envíos de material de guerra a los soviéticos y la actividad de sus agentes secretos en territorio europeo.

A principios de enero de 1943, el primer caza a reacción del mundo, el Me-262 alemán, entra en servicio activo. Este aparato dominaría los cielos en el Frente Oriental, causando enormes pérdidas a la caza soviética.

El 15 de febrero de 1943 moría Heinrich Himmler en las inmediaciones de Vinnitsa (Ucrania), en fatal accidente aéreo.

El 27 de mayo de 1943, Reinhard Heydrich, Reichprotektor de Bohemia y Moravia y mano derecha de Himmler en las SS, sufrió un atentado con bomba en una calle del barrio de Liben en Praga mientras se dirigía en automóvil a su oficina. Milagrosamente sobrevivió al atentado para convertirse en jefe supremo de las SS (Reichsführer-SS), puesto vacante desde la muerte de Himmler meses antes.

1944 comenzó igual que acabó 1943, con terribles batallas de desgaste en el Frente Oriental. Las fuerzas contendientes buscaban la forma de poner fin a la sangría. Sabedoras del avanzado estado de desarrollo de los programas de armas atómicas de los bloques enfrentados, decidieron declarar un alto el fuego mundial en primavera, iniciándose conversaciones para alcanzar una resolución en la llamada Conferencia de Paz de Damasco. El 25 de septiembre de 1944 se llegó a un acuerdo final, cuyas clausulas recogemos brevemente en el siguiente memorando:

Alemania conservaba el territorio conquistado en el este: Polonia y Lituania, parte de Ucrania, hasta el río Dnieper, incluyendo la ciudad de Kiev y el puerto estratégico de Odessa, asegurándose así una salida al Mar Negro y el Mediterráneo oriental. Alemania conservaba también en Bielorrusia las provincias occidentales de Brest y Grodno, la peninsula de Kola, con el estratégico puerto de Murmansk. En Francia, el Reich se reservaba el control de la Zona Ocupada, manteniendo la autonomía de la Francia de Vichy y los territorios coloniales de la antigua potencia, como sus protectorados en Marruecos, Argelia y Madagascar (aunque Siria y Líbano, también protectorados coloniales franceses, obtendrían su independencia). Alemania anexiona Luxemburgo, Rumanía, Bulgaria, Hungría, Yugoslavia, los Países Bajos, Noruega, Bélgica, Dinamarca y Polonia, aunque otorgá amplía autonomía a estas naciones (exceptuando Polonia). Alemania conserva sus territorios en Libia, Túnez y el Canal de Suez, cuyo dominio queda sine die bajo control nazi.

Originalmente una colonia italiana, Libia fue reclamada por Alemania a su aliado al fin de la contienda, dado el decidido empeño bélico alemán en la zona (principal teatro de operaciones en el norte de África en la Segunda Guerra Mundial) tras el descalabro inicial del ejército italiano. No obstante, persisten importantes comunidades italianas en la zona, así como empresas agrícolas especializadas. La gestión del territorio es mancomunada entre ambas naciones. Con el tiempo, se descubrirán importantes depósitos de crudo y gas que serán explotados por sendos estados de manera ordenada con arreglo a los acuerdos de colaboración económica, militar y energética suscritos. Algo parecido ocurre con Túnez, de origen un protectorado colonial francés, que los alemanes reclaman para sí, afianzando su dominio del norte de África.

Gibraltar y Malta quedan en manos alemanas. El Congo Belga y el Congo Francés pasan a ser dominios alemanes con el nombre unificado de Kongo (por el río Kikongo, que recorre ambos países y Angola).

Italia, gracias al apoyo de su aliado alemán, se anexiona Albania, Grecia, Chipre y conserva Abisinia (Etiopía y Eritrea).

La Unión Soviética recupera, como hemos visto, parte de Bielorrusia y Ucrania. También obtiene el dominio de Estonia y Letonia, así como la península de Crimea, que se mantenía bajo control alemán.

Gracias al Armisticio de París, ratificado en la Conferencia de Damasco, se restablece el control británico de las Islas del Canal, así como Egipto en calidad de protectorado, y también conserva sus territorios en Palestina, Irán e Iraq. Paralelamente, se firma la Resolución de Lahore, declarando de facto la independencia de la India, y dividiendo ésta en dos naciones, Pakistán e India, de mayoría musulmana e hindú respectivamente. Sri Pandit Jawaharlal Nehru se convierte en el primer jefe de gobierno Indio, al morir Ghandi meses antes asesinado por un supuesto agente de la Komintern (III Internacional Comunista). Muhammad Ali Jinnah será el primer gobernador general de Pakistán, hombre fuerte de la Liga Islámica que colaborara en su día junto a Ghandi para la consecución de la independencia y la creación del estado de Pakistán. Gran Bretaña también pierde la soberanía sobre Hong Kong, que pasa a manos chinas.

Japón podrá conservar las Indias Orientales Holandesas, Malasia (incluyendo Singapur, Brunei y la isla de Borneo), Manchuria, la península coreana, Hainan, Indochina y Birmania. Todos estos territorios asiáticos anexionados por el Imperio del Japón pasan a denominarse como Gran Esfera de Coprosperidad de Asia Oriental, aunque cada territorio retiene su denominación tradicional. La isla de Taiwán (Formosa) o Taihoku en japonés, pertenecía al Imperio del Sol Naciente desde que fue cedida por China al fin de la Primera Guerra Sino-Japonesa. Después de su derrota, China cedió las islas de Taiwán y Penghu a Japón en el Tratado de Shimonoseki, firmado el 17 de abril de 1895.

De manera inopinada, el gobierno estadounidense establece su soberanía sobre las islas Galápagos, declarando el territorio y sus aguas circundantes bajo protección de la US Navy y el Cuerpo de Infantería de Marina (USMC). Amén de una enorme base naval en la mayor isla del archipiélago (Isabela), se construyen otras infraestructuras en las islas: una base militar, aeródromos, base de submarinos e instalaciones de investigación.

Hubo otras muchas clausulas relativas a asuntos económicos y jurídicos que sería muy prolijo enumerar. Sea como fuere, la paz de Damasco supuso un soplo de esperanza para la humanidad, devastada por años de guerra, especialmente en Europa. Si bien la Primera Guerra Mundial concluyó sin solucionar los problemas de fondo del viejo continente, esta Segunda Guerra Mundial, más terrible, terminó de igual manera, sin dar solución a nada y manteniendo las antiguas tensiones en un statu quo precario e inestable, una situación que, como veremos, se perpetuará en el tiempo. La Segunda Guerra Mundial dejó millones de muertos por el camino, un continente arrasado, poblaciones enteras diezmadas, genocidio y crímenes contra la humanidad de carácter deleznable. Los dos grandes poderes totalitarios, el nazismo y el comunismo estalinista, continuaron dominando la mayor parte de Europa, mientras las democracias occidentales, con el Reino Unido y Estados Unidos a la cabeza, luchaban por prevalecer en un mundo devastado que debía ser reconstruido, siempre vigilantes ante una más que probable reanudación de las hostilidades, toda vez que las políticas alemanas y soviéticas distaban mucho de ser pacíficas.

Concluida la década de los años cuarenta, el mundo se preparaba, ya en paz, a fin de recuperar la cordura y mirar al futuro para reconstruir y progresar. Tal como los años veinte al termino de la Gran Guerra, los años cincuenta fueron una época de esperanza y trabajo, alegría y progresiva recuperación económica, restableciéndose el comercio internacional. La antigua Sociedad de Naciones fue vigorizada, un organismo supranacional auspiciado por los grandes pueblos de la Tierra como un foro abierto y tolerante donde discutir y dirimir los problemas y conflictos internacionales, tal como se concibió en la Tratado de Versalles al fin de la Primera Guerra Mundial. No obstante, las viejas tensiones de antaño no tardaron en regresar. A finales de la década de los 30, científicos estadounidenses trabajaban en un programa secreto para crear armas nucleares, denominado Proyecto Manhattan. A la par que las investigaciones estadounidense avanzaban, los alemanes ultimaban también su primera bomba atómica, en un completo y exhaustivo programa de investigación dirigido por Wernher Von Braun. Alemania estaba a la cabeza del mundo en tecnología, destacando en el desarrollo del motor a reacción y cohetes de largo alcance, que ya probaran en plena Guerra con éxito, caso de los cohetes V-1 y V-2 y los reactores a reacción M-262. Desconocido para los americanos, uno de los científicos trabajando para el programa Manhattan, adscrito a la delegación británica en el laboratorio atómico de Los Álamos, Klaus Fuchs, era un agente doble soviético, que pasaba información a los rusos a fin de que pudieran arrancar su propio programa nuclear. La era del átomo había comenzado, y con ella la Guerra Fría entre los tres bloques.

A mediados de los años 40, Alemania, Estados Unidos y la URSS contaban ya en sus arsenales con armas atómicas. Conscientes del potencial destructivo de semejante arsenal, la capacidad disuasoria de estas armas conformó el más poderoso coadyuvante para la paz; una paz inestable que se prolongaría durante buena parte de las dos décadas siguientes, a la par que las potencias incrementaban sus arsenales y otras naciones se unían al selecto club del átomo, como Gran Bretaña y Japón.

A finales de los 60 y principios de los 70, el mundo se convulsionaba de nuevo. Yugoslavia estallaba en una guerra civil abierta entre los diferentes pueblos y etnias que la conformaban, precisando de la decidida intervención alemana para sofocar las revueltas. Miles de personas murieron, y otras tantas fueron trasladadas o enviadas a prisión. Por toda Europa ocupada brotaban grupos terroristas de extrema izquierda o nacionalistas que atentaban contra intereses alemanes. Con mucho esfuerzo y recursos, el aparato de represión nazi hubo de emplearse a fondo para sofocar las revueltas, momento de aparente debilidad que los soviéticos aprovecharon para presionar las fronteras alemanas en el este, provocando refriegas fronterizas de menor entidad.

Estados Unidos, ajeno a esta guerra soterrada entre los viejos enemigos europeos, siguió desarrollando su tecnología, apostando por el programa espacial. Años antes, los alemanes había conseguido poner en órbita un satélite, Walküre, el primero de la Humanidad. Las siguientes dos décadas estuvieron marcadas por los fabulosos avances tecnológicos, especialmente en el campo de las computadoras y procesadores miniaturizados, redes de intercambio de información, robótica, tecnología nuclear y armamentística, óptica, ingeniería mecánica, astronomía, física teórica, química, comunicaciones, etc.

Tras la firma del Armisticio cesaron las maniobras bélicas, pero prosiguieron las tensiones políticas y militares, directas o indirectas, entre los tres bloques en los que el mundo había quedado dividido, y que veremos a continuación de forma resumida. Cabe reseñar que, amén de los tres bandos enfrentados, había otros muchos países soberanos no aliados directamente con ninguna de las partes -naciones no alineadas- que incluso llegaron a organizarse formalmente en lo que sería conocido como Movimiento de Países No Alineados, cuyo antecedente político tuvo lugar en la conferencia de Teherán (Irán) en 1955, cita que reunió a 29 jefes de estado a fin de desarrollar políticas conjuntas en las relaciones internacionales.

En dicha conferencia se enunciaron los principios que deberían regir las relaciones entre las naciones grandes y pequeñas, conocidos como los Diez Principios de Teherán. Más de un lustro después de Teherán, sobre una base geográfica más amplia y conforme a lo acordado en una cumbre anterior preparatoria (Ciudad del Cabo, 1961), se estableció el Movimiento de Países No Alineados en la Primera Conferencia Cumbre de El Cairo, celebrada del 1 al 6 de septiembre de 1966. Asistieron a la Conferencia 28 países (25 países miembros y 3 observadores), principalmente nuevos Estados independientes. De América Latina, Cuba fue el único país participante en calidad de miembro. Los objetivos primarios de los países no alineados se enfocaron en el apoyo a la autodeterminación, la no-adhesión a pactos multilaterales militares, la lucha contra el imperialismo en todas sus formas y manifestaciones, el desarme, la no-injerencia en los asuntos internos de los Estados, el fortalecimiento de la Sociedad de Naciones, la democratización de las relaciones internacionales, el desarrollo socioeconómico y la reestructuración del sistema económico internacional.

La lista de países no alineados es la que sigue:

África: Angola, Benin, Botsuana, Burkina Faso, Burundi, Cabo Verde, Camerún, Costa de Marfil, Yibuti, Egipto, Gabón, Gambia, Ghana, Guinea, Guinea-Bissau, Kenia (alcanzaría su independencia de Gran Bretaña en 1963), Lesotho, Liberia, Madagascar (que se incorporaría a finales de los 70 tras logar la independencia de Alemania), Malawi, Mauricio, Mozambique, Namibia, Nigeria, República Centroafricana, Rhodesia, Ruanda, Santo Tomé y Príncipe, Senegal, Seychelles, Sierra Leona, Somalia, Sudáfrica, Sudán, Suazilandia, Tanzania, Togo, Uganda y Zambia.

Asia: Afganistán (el país será ocupado por tropas de la Unión Soviética, perdiendo su autonomía), Arabia Saudí, Bahréin, Bangladesh, Emiratos Árabes Unidos, Filipinas, Iraq, Irán, Jordania, Kuwait, Líbano, Maldivas, Nepal, Omán, Pakistán, Palestina, Qatar, Siria, Sri Lanka, Timor Oriental, Yemen.

América Latina y el Caribe: Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Belice, Bolivia, Chile, Colombia, Cuba, Dominica, Ecuador, Granada, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica, Nicaragua, Panamá, Perú, República Dominicana, San Vicente y las Granadinas, San Cristóbal y Nevis, Santa Lucía, Surinam, Trinidad y Tobago y Venezuela.

En el seno del Movimiento de Países no Alineados se produjeron acontecimientos importantes, como la Conferencia Internacional de Durban de 1967 (Sudáfrica), donde se ratificó el Tratado del Espacio Exterior (Treaty on Principles Governing the Activities of States in the Exploration and Use of Outer Space, including the Moon and Other Celestial Bodies). Este tratado establecía las bases legales internacionales que regirían las pautas de actuación internacionales en la exploración espacial. Entre otras cosas, declaraba explícitamente que la exploración espacial se basaba en los principios de concordia mundial. En esta línea, se prohibía la colocación de artefactos militares nucleares en órbita, así como instalaciones militares u armas de destrucción masiva en otros cuerpos celestes, incluyendo la Luna y planetas del Sistema Solar. Desde el seno del Movimiento de Países no Alineados se hizo un llamamiento para que Alemania, los Aliados y el bloque soviético ratificaran el tratado. El Reich alemán se negó en redondo a firmar el entente, al igual que la Unión Soviética. Las organizaciones encuadradas en la Alianza Atlántica se mostraron interesadas en su firma, pero ante las desavenencias alemanas y soviéticas, finalmente no se adhirieron al mismo, quedando como observadores sin llegar a ratificar el acuerdo. Pero dos años más tarde, en la Segunda Cumbre de Ginebra, los representantes de los tres bloques, junto una comisión de la Sociedad de Naciones, acordaron un nuevo tratado incluyendo algunas cláusulas particulares, en lo que se llegó a conocer como el Tratado Trilateral para la Exploración y Colonización Espacial (TTECE), que venía a reemplazar de facto el Tratado del Espacio Exterior, quedando éste oficiosamente relegado al olvido.

El nuevo tratado posibilitaba el establecimiento de bases militares extraterrestres u orbitales con arreglo a unas premisas fundamentales, prohibiendo expresamente el uso de armamento biológico, químico o nuclear en el espacio. Aunque el TTCE no dispuso de zonas de influencia lunares, sí estableció la necesidad de habilitar, en un futuro próximo, una base libre gestionada por la Sociedad de Naciones, una vez que fuera técnicamente factible.