Capítulo 1: La Luna

La Luna

El universo no fue hecho a medida del hombre; tampoco le es hostil: es indiferente.” (Carl Sagan)

La Luna es el único satélite natural que posee el planeta Tierra y el primer objetivo que se fijó la Humanidad en su carrera espacial. Etimológicamente, la palabra Luna procede del latín Luna, contracción de lucina (brillar o iluminar). O lo que es lo mismo, con este nombre se designa al cuerpo celeste que brilla en el cielo por las noches.

Por su relativa cercanía a la Tierra, la Luna se convirtió en el primer gran desafío al que se enfrentó la incipiente carrera espacial, una especie de banco de ensayo que dio origen a nuevos avances y sorprendentes descubrimientos. Sin embargo, llegar hasta la superficie lunar no fue un camino sencillo, sino que requirió de mucho esfuerzo y pequeños avances hasta que se consiguió consolidar un proyecto viable que permitiera a la Humanidad poner un pie en el satélite.

Esto no ocurría hasta bien entrado el siglo XX, cuando el astronauta alemán Gerhard Remer hollara, por primera vez en la historia, el suelo lunar. Desde entonces no han cesado las misiones que paulatinamente han consolidado las bases humanas en su superficie y explorado sus misterios. La Luna, sin embargo, no es más que un primer peldaño en la larga y sorprendente escalera que conduce a la humanidad hacia una nueva frontera: nuestra galaxia, la Vía Láctea.

No obstante, hasta que ese lejano destino sea al fin alcanzado, la superficie lunar ofrece múltiples posibilidades y preciados recursos que se disputan las principales potencias, tratando de imponer su hegemonía. La superficie del satélite sirve de escenario para los grandes avances de la humanidad, demostrando su capacidad inherente para innovar, pero también es trasfondo de intrigas, luchas y rencillas. Las bases lunares son cada vez más numerosas y atraen a una incipiente población que crece a medida que surgen nuevos y sorprendentes hallazgos tecnológicos.

A no mucho tardar, el hervidero de naciones que se asientan sobre la Luna, sus bases y flotas estelares, adquirirán tanta o más relevancia que las que se dan en el planeta Tierra. Las fronteras, aún poco definidas, son el principal escollo para una relación sostenible entre las distintas potencias a pesar de los tímidos intentos de la Sociedad de Naciones por comprometer a las grandes naciones en pos de una gestión igualitaria y justa de los recursos lunares.

Esta situación es motivo constante de tensiones. Ya nadie se cuestiona que la Luna, con sus grandes reservas de helio-3, será el futuro escenario de una masiva confrontación de consecuencias imprevisibles.

Características físicas

La Luna se formó hace aproximadamente unos 4.500 millones de años fruto de un fuerte impacto entre un cuerpo orbital del tamaño de Marte contra la Tierra. A causa de esta gran colisión —por otra parte habitual en la formación del primigenio Sistema Solar—, salió despedida una inmensa cantidad de material que comenzó a orbitar alrededor del planeta Tierra, y cuyos fragmentos se fueron lentamente consolidando hasta formar la Luna.

El cuerpo recién creado quedó entonces atrapado por la fuerza gravitatoria de la Tierra hasta convertirlo en un satélite con un ciclo orbital de 27 días y 7 horas.

Este movimiento orbital de la Luna alrededor de la Tierra es sincrónico, es decir, el satélite lunar siempre muestra la misma cara con respecto al planeta y deja una cara oculta que permanece invisible al observador terrestre. Por otra parte, la relativa cercanía de la Luna respecto a la Tierra (de aproximadamente 384.400 km), influye gravitatoriamente en ambos cuerpos. Por ejemplo, la rotación lunar marca la duración del día, produce las mareas y fija, culturalmente, el inicio de ciertos calendarios.

Por su tamaño —el quinto satélite más grande del Sistema Solar—, algunos científicos han considerado a la Luna casi como un sistema binario de planetas dobles con relación a la Tierra. Hay que recordar que la masa de la Luna es sólo 3,6 veces inferior a la de la Tierra, por lo que su tamaño la aproxima a ser casi considerada como un planeta por derecho propio.

Gracias precisamente a este tamaño se ha podido colonizar su superficie. Su enorme extensión ha bastado, de momento, para cubrir las necesidades de espacio y recursos de las bases humanas allí asentadas sin que hasta la fecha se hayan producido conflictos realmente graves. Está por ver qué ocurrirá en el futuro, cuando las colonias humanas crezcan y los recursos vayan angostándose.

****RECUADRO: La Luna en números****

Distancia desde la Tierra: 384.400 km

Diámetro: 3.472 km

Superficie: 38.000.000 km2

Gravedad: 0,16 G (1,62 m/s2)

Órbita: 27 días - 7 horas

Composición:

Oxígeno 43%

Silicio 21%

Aluminio 10%

Calcio 9%

Hierro 9%

Magnesio 5%

Titanio 2%

Níquel 0,6%

Sodio 0,3%

Cromo 0,2%

Potasio 0,1%

Manganeso 0,1%

Azufre 0,1%

Fósforo 500 0,05%

Carbono 0,01%

Nitrógeno 0,01%

Hidrógeno 0,005%

Helio 0,002%

****FIN DEL RECUADRO****

Selenografía

La selenografía es la ciencia que estudia la superficie y las características físicas de nuestro satélite, especialmente los mares lunares y cráteres, así como sus montañas y desniveles.

La Luna es una extensa superficie cubierta de montañas, cráteres, grietas, mares y fisuras que se han formado a lo largo de una dilatada y convulsa existencia. De hecho, la geografía lunar ha dado origen al nacimiento de la selenografía, es decir, la ciencia que se encarga del estudio de las características físicas y geográficas de la Luna.

Existen diversas teorías sobre el origen de esta peculiar selenografía lunar. La principal hipótesis apunta al pasado volcánico de la Luna, cuya superficie quedó petrificada después de que se estabilizara en su órbita. La carencia de una atmósfera que protegiera al satélite y el impacto de infinidad de meteoritos la han ido dotando del relieve que hoy presenta. Incluso hay una teoría que afirma que la Luna poseyó, en un pasado muy remoto, su propio satélite, que a la postre fue absorbido por la gravedad lunar y sus cascotes desintegrados fueron los que horadaron de manera tan significativa su cara oculta.

Sea como fuere, lo cierto es que en la Luna es posible descubrir pronunciados accidentes geográficos que podemos resumir de la siguiente manera:

  • Mares: Extensiones de lava que se solidificaron tras escapar de las erupciones e inundaron grandes depresiones lunares. Algunos mares lunares alcanzan enormes extensiones de terreno y están puntualmente salpicados por impactos de meteoritos. Entre los mares principales de la Luna podemos destacar algunos como el Mare Serenitatis, Mare Imbrium, Mare Crisium o el Oceanus Procellarum.

  • Cráteres: Son las formaciones más comunes y características del satélite. Los cráteres son producidos por la caída de meteoritos que, al impactar sobre la superficie lunar, originaron perforaciones en su suelo en función de su tamaño. Algunos cráteres pueden llegar a alcanzar hasta 235 km de circunferencia, como el cráter Clavius, mientras que otros son apenas pequeñas circunferencias de pocos metros en el suelo.

  • Montañas: Al margen de las elevaciones que ocasionan los cráteres, en la Luna también existen zonas montañosas y cordilleras que evidencian su pasado volcánico. Algunos picos pueden superar la cota de los 10.000 metros de altitud, mucha más altura que la montaña más elevada de la Tierra. El punto más alto de satélite se sitúa en las proximidades del cráter Engel'gardt, en la cara oculta (llanura Korolev), y mide 10.786 metros.

  • Grietas: Determinadas franjas de terreno, o incluso el interior de cráteres, se hallan surcadas por grandes fisuras de selenografía muy compleja. Hasta el momento la teoría más generalizada para explicar estas canalizaciones naturales es que el terreno se hundió debido a una serie de pequeñas depresiones más o menos alineadas que se fracturaron en el pasado.

  • Fallas: En ocasiones, el terreno de la Luna origina pequeños escalones en forma de grandes barrancos escalonados. Algunas de estas curiosas formaciones, como por ejemplo la Rupes Recta (Mare Nubium, cerca de la base Vostok), pueden superar los 100 kilómetros de longitud en una alineación más o menos recta.

Atmósfera

Debido a su baja gravedad, la Luna posee una atmósfera insignificante incapaz de retener moléculas de gas con las que formar una capa atmosférica sobre su superficie. Las escasas moléculas que se han encontrado proceden en su mayor parte de los gases que se producen en el interior del satélite, incluyendo elementos como el argón, helio, sodio, hidrógeno y potasio.

Esta casi total ausencia de atmósfera obliga a los astronautas a disponer de equipos autónomos de suministro de oxígeno en sus salidas al exterior, ya sea en forma de trajes presurizados o habitáculos especialmente diseñados. La falta de una atmósfera sobre la superficie lunar que actúe como escudo protector frente a nocivos rayos ultravioleta y gamma procedentes del Sol (rayos cósmicos), hace que además sea necesario contar con dispositivos protectores que eviten sus dañinos efectos.

La carencia de una atmósfera como tal imposibilita la existencia de vientos que puedan erosionar su superficie, por lo que su fisonomía apenas varía con el paso del tiempo. De hecho, aún son visibles los devastadores efectos de los meteoritos que un día chocaron contra su superficie. Hay que tener presente que, al no existir una capa que proteja a la Luna contra estas incidencias, la caída de cuerpos sólidos sobre su suelo en forma de meteoritos es constante y muy peligrosa.

Una de las mayores preocupaciones de la comunidad científica con respecto al tema de la atmósfera lunar es que cualquier pequeño cambio sobre su composición puede resultar peligroso. Existe el temor de que los gases emitidos por las naves que constantemente surcan su superficie generen una capa de polución que se equipare en tamaño a la tenue atmósfera lunar y no pueda dispersarse jamás (recordemos la ausencia de viento). Esta preocupación ha sido transmitida en más de una ocasión a la Sociedad de Naciones, aunque por el momento las demandas de contención no han sido atendidas. Al contrario, parece que la explotación minera y el constante trasiego de naves hacen que cada vez sea más difícil distinguir la atmósfera primigenia lunar de la contaminada.

Agua en la Luna

Incluso antes de que el hombre lograra alcanzar la superficie de la Luna, se consideraba al satélite terrestre como un mundo árido y estéril, apenas compuesto de polvo y roca, sin el menor atisbo de elementos líquidos o agua. Las altas temperaturas que castigan la superficie lunar (en torno a los 120º de media) hacen inviable la presencia de agua líquida, pues ésta se evaporaría al instante. A esto habría que sumar la falta de una atmósfera estable, que imposibilita que las moléculas necesarias para la formación del agua se dispersen.

No obstante, se han encontrado grandes reservas de agua congelada en los polos lunares, en el interior de profundas oquedades (sin duda fruto del impacto de grandes meteoritos en el pasado), donde no incide la luz del Sol y la temperatura es glacial. Precisamente, de estos grandes bancos se abastecen en buena medida las bases establecidas sobre suelo lunar mediante profundas canalizaciones que extraen bloques de hielo hasta el exterior para posteriormente transformarlo en líquido, imprescindible para el sustento de las bases humanas.

En menor medida, algunas prospecciones realizadas bajo la corteza en la cara oculta de la Luna han demostrado la existencia de grandes cantidades de agua congelada. Su existencia es producto de las reacciones químicas que se desencadenan por las fuertes radiaciones que recibe el satélite.

Aún así, los trabajos de procesado y extracción del agua lunar no resultaron sencillos. Para garantizar la subsistencia de las bases humanas establecidas sobre territorio lunar, hubieron de construirse enormes estructuras a base de raíles y tuberías con las que procesar el hielo extraído y canalizarlo hasta las bases. Una titánica obra de ingeniería, la mayor realizada hasta la fecha por el ser humano, que sufrió infinidad de contratiempos. Hasta entonces, la única manera de garantizar el suministro de agua a las bases era transportarla directamente en enormes cargueros estelares fletados en la Tierra. A medida que los asentamientos humanos en la Luna prosperaban, lo hacía también el número de transportes, aunque el alto coste de este sistema hacía inviable el proyecto. Si se deseaba crecer e independizarse, había que abastecerse directamente de los recursos que ofrecía el satélite.

Los trabajos de construcción de los grandes viaductos lunares continúan aún hoy, y su edificación es financiada por la Sociedad de Naciones, cuyo patrocinio garantiza el uso responsable de los recursos gracias al Tratado Trilateral de Colonización y Exploración Espacial, ratificado por todas las naciones en el año 2048. A pesar del reparto equitativo, por el que cada base obtiene una cuota proporcional a las toneladas de hielo extraído, muchas naciones hacen sus propias prospecciones de manera unilateral en busca de nuevas reservas de hielo con las que garantizar un mayor suministro, ampliar sus existencias o, sencillamente, especular. Hay que tener presente que la cantidad de agua asignada a cada base puede llegar a ser determinante en el número de habitantes que puede sustentar. Esta razón por sí sola es de peso suficiente como para que aquellas naciones con interés en potenciar su presencia en suelo lunar necesiten mayor suministro de agua con el que dotar su base.

Si en el planeta Tierra se libra una guerra fría por la hegemonía territorial y en el espacio por el desarrollo tecnológico, en la Luna existe un conflicto soterrado por el abastecimiento de agua. Quien controla su extracción y las reservas, domina el satélite lunar. Es un hecho que no ha pasado desapercibido para ninguna potencia y que es motivo constante de disputas, rencillas y mercado negro.

Se estima que hay unos 300 millones de toneladas de hielo en los cráteres lunares. Como hemos visto, buena parte de este agua es canalizada (aunque la red es insuficiente aún y queda mucho trabajo por hacer), mientras otra porción muy importante de la misma es transportada vía lanzaderas lunares de carga.

****RECUADRO: Canalizaciones lunares****

No es sencillo extraer y transportar el agua que contiene la Luna hacia las bases humanas. Se trata de una labor de ingeniería compleja cuyo trabajo se desarrolla en profundos cráteres y con temperaturas inferiores a -243º. En tales condiciones, los materiales empleados en esta faraónica labor están especialmente acondicionados para soportar las bajas temperaturas. El proceso consiste en la inserción en los casquetes helados de macrotuberías expandidas cuyos extremos se desplazan siguiendo las vetas del hielo. Sus bocas de extracción van equipadas con afiladas cuchillas que trituran el hielo y lo absorben hacia la superficie a través de motores de vacío. El hielo triturado es entonces elevado mediante turbinas hacia almacenes construidos sobre los márgenes del cráter, donde es procesado y depurado. Se trata de un proceso químico complejo, pues el agua lunar, a diferencia de la terrestre, carece de isótopos y presenta sedimentos nocivos que imposibilitan su consumo directo. Tras pasar por una serie de nanofiltros, el agua es canalizada y transportada a través de tuberías subterráneas o bien lanzaderas lunares de carga.

Se trata, en definitiva, de un proceso complejo y altamente costoso, pero fundamental para el sustento y desarrollo de la presencia humana sobre el satélite. Sin estas megaestructuras, la humanidad se vería obligada a tener que transportar el agua directamente desde el planeta Tierra. Se trataría de un proceso mucho menos complejo desde el punto de vista químico, pero implicaría un sobrecoste de recursos naturales insostenible, ya que habría que establecer un puente aéreo espacial entre la Tierra y la Luna a base de cargueros especialmente diseñados para transportar agua cuyo consumo de energía resultaría inviable a largo plazo.

****FIN DEL RECUADRO****

Colonización lunar

La idea de colonizar la superficie lunar es una utopía que la humanidad ha perseguido a lo largo de toda su historia y es anterior incluso a la era espacial, pues ya en el siglo XIX algunos científicos y escritores teorizaban sobre la posibilidad de asentamientos humanos estables sobre la Luna.

No sería hasta el año 1961 que el raumfahrer (astronauta) alemán Gerhard Remer lograra aquello que hasta la fecha no era más que un sueño: que un hombre lograra pisar la Luna. A partir de entonces, numerosas han sido las expediciones de diferentes naciones destinadas a la Luna. Para todas las potencias es una prioridad por los enormes beneficios tanto estratégicos como económicos y políticos que reporta el establecimiento de bases permanentes sobre la Luna.

En el ámbito institucional, y tras varios incidentes, se tuvo que decretar la Luna como territorio libre de fronteras definidas, aunque sí se establecieron varias zonas de influencia sobre las que las diferentes naciones podrían erigir sus bases.

Para llegar a este principio de acuerdo entre las naciones hubo que superar muchos obstáculos no exentos de complejidad, y que en más de una ocasión pusieron en peligro la existencia de asentamientos estables sobre suelo lunar. La colonización de la Luna, con todo, proporciona muchos beneficios a la humanidad, aunque también algunos inconvenientes, como veremos a continuación:

Ventajas de una colonia en la Luna

Una de las dos principales ventajas que ofrece la Luna es puramente estratégica. Desde el satélite resulta mucho más fácil ejecutar misiones hacia otros puntos distantes en el Universo o lanzar sondas y vehículos al espacio con un menor coste que si se hiciese desde la Tierra, cuya atmósfera supone un obstáculo que dificulta el despegue de las naves.

Otro motivo para querer establecerse en la Luna es de índole empresarial corporativo. En el satélite se han encontrado grandes yacimientos de minerales y tierras raras que escasean en el planeta Tierra y que en la Luna se encuentran en abundancia y sin explotar. Aunque ninguna nación alude a motivos comerciales para justificar su presencia en el satélite, todas poseen fuertes intereses en el campo de la minería y la explotación de los recursos naturales. No ya tanto por el uso que se puede obtener de la extracción de estos minerales, como por el hecho de poder firmar suculentos contratos con importantes compañías comerciales interesadas en su explotación y que están dispuestas a pagar importantes sumas de dinero con las que financiar sus poderosos ejércitos.

Las grandes potencias también pueden desarrollar programas secretos y experimentales en la Luna por sus muy especiales características, pudiendo operar con discreción en proyectos secretos que no convienen airear demasiado.

Por último, también está en juego el prestigio de las naciones. Para que una potencia se pueda calificar de tal, debe poseer una buena base lunar desde la que operar. Esta circunstancia, más que ninguna otra, ha sido determinante en la voraz construcción de grandes estructuras que destaquen sobre sus competidoras, impulsando así el verdadero avance de la colonización espacial. En definitiva, la Luna es otro escenario de la Guerra Fría interminable en la que la humanidad vive inmersa.

Problemas de una colonia en la Luna

Es indiscutible que son muchas las ventajas que presenta establecer una base permanente en suelo lunar, pero se trata de un camino no exento de contratiempos y riesgos que no siempre justifican su alto coste.

El principal escollo que presenta la Luna es su falta de atmósfera. Este hecho por sí solo ya es un factor que hace cuestionar la presencia humana sobre el satélite, pues la carencia de una atmósfera estable influye en multitud de factores. A continuación destacamos los más importantes:

  • Al no existir un campo atmosférico que aísle el satélite, las radiaciones procedentes del espacio exterior azotan su superficie y obligan tanto a sus habitantes como a sus construcciones a protegerse constantemente con materiales especialmente diseñados para este fin. En el interior de las bases este contratiempo desaparece gracias a los escudos protectores, pero puede llegar a ser un grave problema durante las salidas al exterior.

  • Esta carencia atmosférica, a su vez trae aparejado un elevado aumento de las temperaturas medias sobre la Luna, que hace que sean extremas e incompatibles con la vida.

  • Del mismo modo, la inexistencia de esta atmósfera incrementa sustancialmente las probabilidades de impacto de meteoritos contra las bases y construcciones artificiales. Una simple roca podría dañar seriamente estructuras poco protegidas. A pesar de que todas las bases asentadas sobre suelo lunar cuentan con estructuras capaces de soportar el impacto de meteoros de tamaño medio o inferior, ninguna sería capaz de soportar un impacto serio. En la actualidad, esa labor queda supeditada a las defensas aéreas, que son las encargadas de derribar, desviar o fragmentar posibles meteoros que se aproximen peligrosamente al perímetro lunar.

  • No sólo la carencia de una atmósfera dificulta la presencia humana sobre el satélite, también factores como la larga noche lunar (de unos 15 días terrestres aproximadamente), que trae aparejado un abrupto descenso de las temperaturas, que pueden llegar a alcanzar los -180º.

Por otra parte, la exposición continua a la baja gravedad del satélite afecta al sistema fisiológico humano, ya que ocasiona pérdidas de masa ósea y muscular. Esto no representa un problema en el interior de las bases, donde existe la gravedad inducida, pero sí es un factor determinante durante las expediciones por el exterior.

Aunque se ha demostrado sobradamente la existencia de agua en la Luna, su presencia es prácticamente anecdótica en relación a la que se halla en la Tierra, lo que obliga a las bases humanas a contar con un estricto programa de reciclado en el que no se puede desaprovechar ni una gota del preciado elemento. Este punto es vital para garantizar la permanencia humana sobre la Luna. Sin agua, no hay bases.

Por último, y no menos importante, está la masiva presencia sobre suelo lunar del regolito, un fino mineral no consolidado compuesto de pequeños granos de polvo, roca y otros sedimentos que resulta extremadamente abrasivo, y cuyo contacto deteriora todos aquellos elementos con los que entra en contacto. Su presencia sobre la superficie lunar está muy extendida, como una inmensa capa desértica contra la que resulta muy complicado combatir.

**** RECUADRO: Regolito****

Es importante señalar que el regolito lunar, un polvo microscópico que recubre la superficie de nuestro satélite, resulta nocivo a largo plazo para el ser humano y el equipo especializado desplegado sobre la superficie lunar, especialmente ordenadores y material eléctrico. Por ello, todas las bases cuentan con cámaras de descontaminación, que los astronautas deben emplear tras una AEV (actividad extravehicular) siempre que hayan entrado en contacto con este elemento. Los nuevos trajes espaciales de última generación están diseñados para impedir que el regolito se adhiera a su superficie. También se usan trajes-puerto, que quedan en el exterior de la base en una estación de salida y entrada para uso de los astronautas en sus salidas. Huelga decir, que toda maquinaria creada para trabajar sobre la superficie lunar está diseñada con el regolito en mente, de tal modo que sus circuitos y mecánica no puedan resultar dañados por el polvo lunar.

Como saben, el regolito lunar es rico en helio-3, un isótopo ligero empleado en procesos de fusión nuclear entre otras muchas aplicaciones industriales. El helio-3 es muy cotizado.

**** FIN DEL RECUADRO ****

Cara Oculta

La cara oculta de la Luna es el hemisferio de la Luna no observable desde la Tierra. Eso ocurre debido a que la Luna tarda en rotar sobre sí misma lo mismo que su movimiento de traslación alrededor de la Tierra. Debido a las libraciones, desde la Tierra sólo se nos oculta el 41% de la superficie lunar (es decir unos 15,5 millones de km²), que es imposible observar desde nuestro planeta.

Esta cara oculta es una región mucho más accidentada que su hemisferio visible, ya que está orientada hacia el espacio exterior, por lo que la caída de meteoritos es una constante. De hecho, sobre este hemisferio apenas hay presencia de mares lunares, y toda la superficie está horadada por gigantescos cráteres. Debido a estas especiales condiciones ambientales se hace inviable un asentamiento estable sobre este territorio, ya que conllevaría un riesgo muy elevado.

No obstante, debido a la mayor actividad geológica, sobre este hemisferio se ha detectado una importante concentración de minerales y ricos yacimientos que no se dan en otras zonas lunares. Este hecho ha desencadenado un creciente interés en su posible explotación. Incluso ya existen pequeñas instalaciones robotizadas que son el germen de asentamientos mayores.

La Sociedad de Naciones, consciente de que pronto se hará necesario un reparto equitativo de los yacimientos existentes en la cara oculta, prepara un primer borrador de delimitación de zonas de influencia, pues ya se han producido las primeras fricciones por el reparto de los recursos.

Bases en la Luna

Como venimos reseñando hasta ahora, no resulta sencillo establecer una base permanente sobre la superficie de la Luna. Para poder acometer tamaña obra de ingeniería hay que realizar un exhaustivo estudio previo para determinar su ubicación y viabilidad.

Podemos dividir la Luna en tres grandes regiones:

  • La cara oculta que, como hemos visto, queda muy expuesta al espacio exterior y sufre la caída constante de meteoritos. Sin embargo, y precisamente por esta actividad geológica, sus ricos yacimientos de minerales resultan un reclamo lo suficientemente potente para que las grandes corporaciones quieran edificar pequeños asentamientos con fines industriales. En ningún caso resulta viable una gran base estable y permanente.

  • Las regiones ecuatoriales en la cara visible de la Luna son, sin duda, una opción a tener en cuenta y que presenta ciertos beneficios. Por ejemplo, estas zonas tienen las concentraciones más altas de helio-3 debido a que en esta latitud el viento solar tiene un mayor ángulo de incidencia. El helio-3 es un elemento raro en la Tierra, pero muy buscado en la investigación de la fusión nuclear. La zona ecuatorial también es ventajosa a la hora de realizar lanzamientos en órbita, si bien esta ventaja es leve debido al escaso impulso generado por la lenta rotación del satélite. Sin embargo, la presencia de la larga noche lunar (de hasta 15 días seguidos), supone un serio problema de cara a obtener la necesaria energía solar, de ahí que las bases empleen también reactores de fusión. Otro punto débil es su lejanía de los grandes cráteres polares, de donde procede la mayor concentración de agua con la que abastecer una base permanente. A estas razones habría que añadir además las altas temperaturas, que oscilan en torno a los 100 grados centígrados, y una mayor incidencia de los vientos y radiaciones solares.

  • Por último, las regiones polares solventan en buena medida estas carencias ambientales, pues gracias a su ubicación reciben una fuerte descarga solar que prácticamente es permanente. Este hecho, por sí solo, es motivo suficiente como para considerar los polos lunares un territorio ideal para establecer una base permanente. Además, en estas regiones se hallan las mayores concentraciones de agua, ocultas principalmente en el interior de los cráteres polares y protegidas de la radiación solar, como la existente en las proximidades de cráter Shackleton.

Hasta el momento, las principales potencias mundiales se han asegurado su presencia sobre la Luna recurriendo a faraónicas obras de ingeniería en una lucha constante contra el ambiente hostil.

Paseos por la Luna

Salir al exterior de las bases lunares es una actividad compleja y no exenta de peligro. Mientras que dentro de una base o en el interior de las naves un ser humano está relativamente a salvo de las temperaturas extremas y el vacío espacial, durante una salida al exterior tan sólo está protegido por una pequeña cubierta en forma de traje espacial de apenas unos milímetros del que en ningún momento se puede desprender.

Aunque la tecnología ha evolucionado mucho en este sentido, un traje espacial no deja de ser una débil capa que apenas protege contra la mayoría de los peligros a los que se enfrentan los astronautas. Para empezar, en ningún momento puede desprenderse de su traje, lo cual ya ocasiona una serie de incómodas molestias. Por ejemplo, el traje debe estar refrigerado en todo momento para reducir las altas temperaturas que se originan en la Luna. Si este sistema fallara, el astronauta apenas tendría unos pocos segundos para volver a enfriar su traje o moriría abrasado.

Otro de los inconvenientes es que el operario de este traje debe llevar consigo en todo momento el necesario oxígeno que garantice su suministro durante las horas que va a pasar en el exterior. A mayor tiempo fuera de la base, mayor será el número de botellas de oxígeno (y por tanto de peso), que debe acarrear consigo. Algo parecido sucede con las necesidades básicas humanas. Un viajero lunar debe llevar también bolsas de contención con suficiente agua y comida (en estado líquido) que le proporcionen el sustento vital. Estas bolsas van conectadas directamente al casco a través de tubos con los que el astronauta puede alimentarse.

A estos inconvenientes se suman otros muchos peligros objetivos. Por ejemplo, los súbitos aumentos de la radiación solar, un fenómeno tan sólo predecible horas antes de que se produzcan y que alteran la temperatura media de la Luna de manera brusca. También hay que estar pendiente de la caída de micrometeoritos, ya que la mayoría de los trajes de vacío no están preparados para soportar su impacto.

Por si todos estos inconvenientes no fueran suficientes, aún hay que tener presente la menor gravedad lunar, que impide moverse de manera cómoda por su superficie. De hecho, obliga a tener que calzar pesadas botas que contrarresten la tendencia del cuerpo a elevarse en el vacío con cada paso, lo que dificulta el desplazamiento. También estamos hablando de que las distancias entre las distintas bases humanas son en ocasiones de cientos de kilómetros (incluso miles), y hacerlo sin el mínimo apoyo de un vehículo lunar (como los LRV), un mech o incluso una lanzadera, resulta poco menos que imposible.

Alimentación en la Luna

En el espacio, debido a la baja gravedad, los huesos se vuelven débiles, por lo que se hace preciso cuidar en extremo la ingesta de alimentos ricos en calcio y vitaminas. En la actualidad, la mayoría de las bases lunares son capaces de producir a pequeña escala algunos de los alimentos básicos que precisa un ser humano para su subsistencia gracias a modernas técnicas de hidroponía. Sin embargo, otros muchos deben ser transportados directamente desde la Tierra en enormes cargueros para abastecer a la incipiente población lunar.

El problema queda en parte resuelto con la existencia de microtubos donde se concentran la mayoría de los nutrientes que precisa un ser humano para su subsistencia. Estos pequeños envases, similares a un tubo de pasta de dientes, son muy populares entre los habitantes lunares, pues los encuentran de diferentes sabores y funciones (algunos son tipo helados, golosinas o ricos en ciertos nutrientes). Un individuo medio precisa al día de tres dosis de estos suministros para estar bien alimentado.

No obstante, en la mayoría de las bases lunares es posible encontrar alimentos y platos cocinados al estilo terrestre. El factor psicológico en la alimentación es casi tan importante como la misma nutrición, pues la recepción de los sabores, el aspecto visual de los alimentos y su frescura afectan al sistema inmunitario y pueden provocar cambios de humor, irritabilidad o depresión en el individuo. Por eso se recomienda la ingesta ocasional de alimentos preparados o cocinados.

Oxígeno y Energía

Para que una base lunar sea viable debe ser autosuficiente en la producción y elaboración de sus propias fuentes de energía y soporte vital. Mientras que el agua, los alimentos y otros elementos pueden ser importados en enormes cargueros directamente desde la Tierra (una solución costosa a largo plazo), no ocurre lo mismo con la producción de gases y oxígeno necesario para garantizar la presencia humana en el interior de las bases.

La solución más inmediata para la producción de energía es recurrir a la energía solar, fuente inagotable y que en ciertas regiones lunares es permanente. Las bases asentadas sobre las regiones polares se nutren principalmente de la producción fotovoltaica mediante placas y el uso de motores stirling basados en la concentración solar a base de espejos, que permiten que sea transformada en energía, servir de iluminación y generar calor para la agricultura hidropónica.

Las bases alejadas de los polos se sustentan de energía nuclear gracias a la presencia en las regiones ecuatoriales de helio-3, elemento abundante en estas zonas y necesario para alimentar los reactores de fusión nuclear.

La energía que recogen las bases suele ser almacenada para soportar los periodos de carencia solar, sobre todo en las regiones ecuatoriales, o como combustible para el funcionamiento de los diferentes vehículos.

También es necesaria esta energía para el desarrollo de una agricultura a nivel local con la que abastecer a pequeña escala a la población de las bases mediante modernas plantaciones hidropónicas que emplean disoluciones minerales en sustitución de los sustratos terrosos. A pesar de que la mayoría de los alimentos llegan directamente desde la Tierra, se hace necesario un desarrollo agrícola local por las numerosas ventajas que presenta como, por ejemplo, el abastecimiento de alimentos frescos y sin procesar para la población, la producción de oxígeno de manera natural, la regeneración ambiental (aunque ésta sólo se da en cámaras selladas) y los beneficios psicológicos que produce sobre la población la cercanía de un entorno conocido.

**** RECUADRO: Helio-3****

El helio-3 es un isótopo ligero extremadamente potente que se utiliza como fuente de combustión perfecta, ya que es muy estable y no genera subproductos radiactivos. Este elemento químico procede del interior de la estrellas. El Sol lo arrastra con sus vientos solares y lo expande por todo el universo. Su presencia sobre la Tierra es anecdótica, ya que la capa atmosférica terrestre lo repele, pero se encuentra en abundancia en la Luna, así como en otros cuerpos del Sistema Solar.

El helio-3 se encuentra incrustado en la capa superior del regolito lunar, acumulado por el viento solar durante millones de años. También en el interior de los cráteres lunares, donde queda atrapado en densas capas mezclado con otros materiales. Se estima que su presencia en la Luna se cuenta por millones de toneladas y las principales naciones lo cosechan y almacenan. Se considera que apenas unas 100 toneladas de este material serían suficientes para abastecer de energía a la población mundial durante un año.

El problema es que se trata de un gas difícil de procesar, ya que se necesita un reactor nuclear capaz de generar los más de 800 grados Celsius necesarios para calentar y aislar este material. Aunque es un proceso extremadamente costoso, los beneficios resultan inmediatos y ya nadie duda de su utilidad.

Hasta ahora, las mayores disputas en el espacio se han generado a raíz de su recolección, pues todas las naciones son conscientes del potencial de este isótopo. De hecho, si la humanidad no consigue dar el salto hacia otros planetas antes de que se agoten los recursos de helio-3 en la Luna, la demanda energética desencadenaría una guerra de proporciones inimaginables.

**** FIN DEL RECUADRO ****

Sin resolver

Previamente a la presencia humana masiva sobre la Luna se llevaron a cabo miles de estudios e investigaciones sobre el satélite que arrojaron indicios de viabilidad sobre su colonización. Con todo, el satélite aún ofrece algunos aspectos que inquietan a la comunidad científica y para los que no han encontrado respuestas. A continuación destacamos algunos de ellos:

  • Cada vez que una nave se posa o golpea de alguna manera la superficie lunar, su eco queda registrado en los sismógrafos, incluso en aquéllos que se encuentran a cientos de kilómetros de distancia. Este hecho hace dudar a los científicos sobre que la Luna posea un núcleo líquido como siempre se ha sostenido y que, en su lugar, sea hueca o surcada por millares de canales.

  • La existencia de grandes zanjas, que hasta ahora se consideraban producto del arrastre e impacto de meteoritos, hace cuestionar a los científicos teorías cada vez más controvertidas. Una sonda lanzada en el cauce del gran cañón Hadley detectó que sus paredes están compuestas por capas superpuestas de material, lo que contravendría la teoría del meteorito.

  • Periódicamente se reciben en los aparatos de radio extrañas emisiones que parecen surgir del mismo interior del satélite. Hasta ahora ninguna base ha podido concretar si se tratan de experimentos o de un fenómeno natural producto de los gases que aún alberga el interior de la corteza debido a su pasado convulso.

  • Algunas formaciones lunares son muy peculiares, como el cráter Grimaldi, lugar de fenómenos lunares transitorios: resplandores y oscurecimientos locales de la superficie del satélite, producidos por pequeñas perturbaciones y lunamotos que liberan gases del interior de la Luna. Desde casi el inicio de la selenografía se ha observado sobre el regolito la presencia de fenómenos luminosos, unos brillantes y otros oscuros, incomprensibles y de difícil explicación. Estos fenómenos son recurrentes y se producen en otros muchos lugares de la Luna.