Capítulo 3: Bases en Marte

Capítulo 3: Bases en Marte


 

«Si estamos solos en el Universo, seguro que sería una terrible perdida de espacio.» (Carl Sagan)


 

La capacidad humana de adaptarse a cualquier entorno quedó absolutamente demostrada en su lucha por la conquista de la Luna. Aunque tal empresa no estuvo exenta de contratiempos, la mayoría de las colonias asentadas en el satélite fueron capaces de prosperar de manera autosuficiente y adaptarse al medio. Se hacía evidente que el siguiente paso lógico era, por supuesto, seguir explorando el universo en busca de nuevas posibilidades de colonización que respondieran a las cada vez más complejas necesidades de expansión de la humanidad.

Por su relativa proximidad, Marte fue, desde un principio, el primer planeta objeto de estudio debido a sus condiciones ambientales, similares a las que se pueden encontrar en las zonas heladas de la Tierra; la presencia de una atmósfera, que aun siendo limitada, protege contra la mayoría de las nocivas radiaciones solares; y sobre todo la existencia de grandes cantidades de agua en forma de hielo de fácil procesamiento y con el que abastecer los asentamientos humanos.

No habrían de transcurrir muchos años desde la conquista lunar, cuando ya las primeras construcciones se edificaban sobre el planeta rojo y hubieron de establecerse las necesarias limitaciones de expansión. Para responder a tal realidad, la Sociedad de Naciones extendió las vigentes leyes que gobernaban las colonias lunares y extrapoló tales medidas a su equivalente marciano.

En la actualidad, la conquista espacial se marca nuevos objetivos y nadie es capaz de predecir hasta dónde será capaz la humanidad de expandir sus horizontes. Mientras ese día llega, las colonias humanas de Marte domeñan un planeta que resulta hostil, pero desafiante a su vez. Como orgullosamente dicen sus habitantes: “Vivimos en un infierno rojo al que llamamos hogar. No me imagino mejor vida”.


 


 


 

***RECUADRO: Bases en Marte***


 

Denominación Nacionalidad Ubicación Población
Akagi 11 Japoneses Lunae Planum o Lunae Palus 3.000 habitantes
Aggregat 5 Alemanes y volksdeutsche* Chryse Planitia 8.200 habitantes
Horizont Aliados, principalmente estadounidenses y británicos Sinai Planum 7.600 habitantes
Zvezda-Xing I Soviéticos y chinos Syria Planum 4.800 habitantes

*El término volksdeutsche (literalmente "perteneciente al pueblo alemán") se utiliza en el III Reich para designar a personas de origen alemán. Por lo general, se trata de núcleos de cultura e idioma alemán en diversas partes de la Europa anexionada al Gran Reich durante la Segunda Guerra Mundial. Considerados arios, pueden formar parte de las organizaciones políticas nazis o de las fuerzas armadas.


 

***FIN DEL RECUADRO***


 

Leyes y administración


 

Una de las principales ventajas de estar lejos de casa es que las leyes internacionales, o buena parte de ellas, pueden obviarse según el contexto pues, en el mejor de los casos, resultan insuficientes para dar respuesta a las demandas que surgen a medida que se colonizan nuevos territorios en localizaciones remotas e inexploradas, sin apenas fiscalización de instituciones internacionales.

Ponerle freno burocrático a esta expansión desmedida es poco menos que un vano intento de controlar una situación que, a todas luces, desborda por lo complejo de sus circunstancias. Las naciones que pugnan por el control del espacio son conscientes de esta limitación burocrática y se sirven de esta excusa para anexionarse nuevos territorios que quedaron en un limbo legislativo o declarar como propias regiones que ni siquiera figuran en los mapas.

Que la carrera espacial tiene mucho de desacato a la autoridad es una realidad. De hecho, es precisamente este anonimato que proporciona la intimidad de la lejanía estelar lo que buscan las grandes potencias para proseguir con su expansión por el espacio. Proyectos secretos que se fraguan a decenas de miles de kilómetros de la Tierra, allí donde los ojos de la Sociedad de Naciones son incapaces de llegar y donde los espías enemigos no pueden llevar a cabo sus intrigas. Conspiraciones secretas y alianzas que se sellan en órbitas alejadas de toda ley y legislación.

Al contrario de lo que ya sucede en otros mundos colonizados, como la Luna, Marte sigue siendo un planeta sin una autoridad clara. Ni siquiera la Sociedad de Naciones posee oficialmente una sede en suelo marciano, así que cualquier intento de poner coto a las predaciones territoriales de las potencias o delimitar sus fronteras no deja de ser un mero trámite burocrático que apenas se tiene en cuenta y que nadie respeta.

El Tratado Trilateral de Exploración y Colonización Espacial, ratificado por todas las potencias, no deja de ser un mal necesario para todos. Este documento puso fin a una guerra de baja intensidad y calmó los ánimos, pero no solucionó el problema que subyace en el fondo. ¿Qué pasará cuando las grandes potencias sean capaces de proyectar misiones tripuladas a mundos lejanos y la colonización terrícola se expanda como las raíces de un árbol por todo el universo? De momento nadie se plantea ese horizonte y apenas se parchean los conflictos que surgen en el día a día de las colonias en la Luna y Marte.


 

Tipos de bases

Las especiales condiciones ambientales que se dan en Marte difieren notablemente de las que se encontraron los primeros astronautas que pisaron la Luna. Por lo tanto, aunque la colonización lunar sirvió como un excelente campo de entrenamiento hacia la posterior exploración de Marte, no todo lo aprendido allí puede ser trasladado a este nuevo mundo.

A pesar de todo lo aprendido, hubieron de realizarse numerosos estudios previos antes de comenzar a edificar las primeras construcciones. Muchos de esos estudios hubieron de ser desechados por ineficaces. Estaba claro que el planeta rojo no se lo iba a poner fácil a los primeros colonos.

Tal y como sucedió en la Luna, las primeras sondas robóticas eran manejadas desde la Tierra. Estos primigenios prototipos experimentales consiguieron alcanzar con éxito Marte y se inició así el proceso de colonización con artefactos robóticos y maquinaria automatizada. Aún transcurrieron algunos años hasta que estuvieron construidos los primigenios módulos marcianos y éstos resultaban bastante incómodos para los colonos que aterrizaron en Marte en la primera oleada, pues la baja gravedad y el reducido espacio de sus habitáculos les impedían permanecer durante mucho tiempo sobre el planeta antes de tener que regresar a la Tierra y ser sustituidos.

Con el tiempo se consiguieron establecer compartimientos de habitabilidad más funcionales y tecnológicamente avanzados, autosuficientes. Lo que en principio no eran más que rudimentarios módulos hinchables se fueron transformando gradualmente en edificios y construcciones modulares de gran tamaño. Las flotas de cargueros orbitales establecieron puentes aeroespaciales para abastecer estas instalaciones.

De esta ingeniería, que ayudó a controlar las hostiles condiciones ambientales de Marte, podemos destacar tres tipos de construcciones fundamentales que, en cierta manera, representan las fases más relevantes que atravesó la colonización y establecimiento de los asentamientos humanos en el planeta rojo.

* Bases en superficie: Sin duda la opción económicamente más viable e inmediata. Consiste en módulos ensamblados previamente en la Tierra y que se transportan hasta Marte, donde se unen a otras construcciones ya establecidas, de manera que la base gana espacio gradualmente en superficie. Estos módulos se construyen con diversas aleaciones sintéticas y espumas metálicas extremadamente resistentes, capaces de absorber el impacto de micrometeoritos y basura espacial. No obstante, ésta no deja de ser una solución temporal, ya que Marte presenta una atmósfera muy inestable, donde las fuertes ventiscas pueden desarbolar en segundos toda una base. Además, hay que tener en consideración que muchos de estos fuertes vendavales suelen arrastrar consigo micropartículas de polvo que no sólo dañarían el instrumental externo de la base, sino que serían capaces de enterrar la colonia entera bajo montañas de arena.

* Bases móviles: Atendiendo a estas particularidades de la atmósfera marciana, se improvisaron ciertas construcciones que recurrían a la movilidad como principio. Básicamente consisten en módulos terrestres que son capaces de desplazarse de unas zonas a otras impulsados por un sistema de tracción mecánica. A pesar de su originalidad, las bases móviles son complejas y lentas de desplazar, por lo que no justifican su mantenimiento, así que normalmente deben permanecer estáticas la mayor parte del tiempo, algo que acaba malogrando sus sistemas de tracción. A pesar de todo, esta técnica se emplea en edificaciones puntuales dentro de bases más estables y consolidadas.

* Construcciones naturales: El paso lógico en un entorno tan hostil como Marte es aprovechar la propia areografía planetaria para recubrir con materiales autóctonos las bases humanas. Aunque se trata de una alternativa muy controvertida entre la comunidad científica, los trabajos llevados a cabo en este sentido han sido poco esperanzadores. El proceso consiste en emplear materiales propios del planeta para edificar construcciones y hacerlas habitables. Para ello habría que desarrollar una especie de hormigón marciano con los elementos que se puedan hallar en Marte. El problema es que el material que ofrece el planeta rojo es poco consistente e inestable, ya que prácticamente consiste en polvo y rocas no consolidadas.

* Bases subterráneas: Hasta la fecha se trata de la opción más costosa y compleja de todas, pero la que reporta mayores beneficios a largo plazo. Al sepultar la base bajo el subsuelo del planeta se protegen los edificios contra posibles impactos de meteoritos y se proporciona un aislamiento seguro contra la radiación solar. Otra de sus principales ventajas es que una base subterránea queda eficazmente protegida contra los duros cambios climáticos marcianos, como las fuertes ventiscas, que pueden durar semanas enteras y cubrir por completo el planeta con gigantescas tormentas de polvo y arena. Con su soterramiento, las bases quedan convenientemente protegidas y aisladas del exterior. El principal inconveniente de este tipo de construcciones es su alto coste de cimentación y el tiempo empleado en su construcción, ya que es necesario horadar profundo en el suelo volcánico marciano antes de edificar en su interior. Sin embargo, hasta la fecha ésta es la opción más utilizada por las naciones con presencia en Marte. En realidad, la mayor parte de las bases establecidas hasta la fecha sobre la superficie constan de una parte soterrada, en túneles, y otra parte en superficie, aparte de edificios construidos o modulares.


 

Bioconstrucción

Uno de los principales retos al que se enfrentaron los primeros arquitectos especializados en ingeniería exoplanetaria fue la durabilidad y resistencia de la estructura física con la que habrían de construirse las futuras colonias en Marte. En realidad, supuso todo un desafío hasta encontrar materiales lo suficientemente resistentes como para que pudieran soportar las duras condiciones climáticas del planeta rojo.

En la Luna, por su particular areografía y ausencia absoluta de atmósfera, esta cuestión resultaba menor. En el satélite no se precisaban plataformas especialmente consistentes, ni siquiera era necesario revestir las estructuras, pues la ausencia de una atmósfera adversa facilitaba el proceso. Además se contaba con el regolito, un material fácil de obtener en la Luna y con el que proteger de manera efectiva las construcciones de posibles impactos de micrometeoritos. Si más tarde se hubieron de fortificar las bases, estos diseños respondían más a una necesidad estratégica y militar que a una amenaza objetiva.

En Marte, sin embargo, el planteamiento sobre la estructura que habrían de adoptar las bases resultaba una cuestión primordial. Ya incluso antes de que se lanzaran las primeras sondas con astronautas a bordo, se debatía cómo hacer frente a la atmósfera inestable de Marte. El principal problema a resolver era cómo conseguir un material lo suficientemente resistente y perdurable que pudiera soportar las fuertes ventiscas que asolan ocasionalmente al planeta rojo.

Incluso después de llegar a la conclusión de que estas futuras construcciones habrían de ser soterradas, no se resolvió del todo la cuestión, pues aunque tal disposición mitigaba el problema, no lo resolvía del todo. Aún estaban la cuestión sobre el material a emplear para construir los asentamientos.

La respuesta llegó desde un laboratorio de la NASA en Pensilvania. Un equipo de científicos norteamericanos creó una “caja de herramientas biológica” que consistía en unos bloques livianos compuestos por geles activados provistos de colonias de bacterias modificadas genéticamente. Estos bloques son conocidos como bioladrillos: las bacterias residentes en los mismos son capaces de procesar urea y convertirla en amonio, siendo éste posteriormente sintetizado en carbonato de calcio (caliza), un material capaz de resistir en un entorno tan hostil como el de Marte.

Aunque es cierto que la caliza y otros materiales de construcción son fáciles de encontrar y producir en la Tierra, no resulta tan sencillo trasladarlos hasta el planeta rojo. Estamos hablando de un material enormemente pesado, que ocupa un espacio importante y que debe ser transportado a miles de kilómetros por el espacio en un viaje que puede durar meses enteros. En realidad, supondría un coste inasumible para cualquier nación. Por el contrario, alterar el genoma de ciertas bacterias es un proceso sencillo que puede ser fácilmente replicado directamente en el lugar de origen de la propia construcción, por lo que la obtención de materia prima resulta económica e inmediata. Los bioladrillos de gel tienen un peso reducido y pueden ser transportados desde la Tierra o la Luna antes de transformarse en caliza in situ, momento en el que ganan peso y consistencia y pueden ser usados para aplicaciones de construcción e ingeniería en Marte.

Este proceso de alteración genética posee además otras importantes aplicaciones científicas, como veremos posteriormente, pues la bioconstrucción ha abierto un amplio abanico de posibilidades que apenas han comenzado a ser descubiertas.